miércoles, 27 de marzo de 2013

L U C I A N O


Fui bautizado por el hambre, el dolor y la vergüenza”
 

“Luciano, mi amigo, tenía una escuela para desaprender, por eso decía que  él tuvo una buena educación hasta que la interrumpió el colegio…” (Facundo Cabral)

 
Cuauhtémoc Mávita E.

Corría el año de 1978 cuando lo conocí, allá en cajeme. Fue el nuestro un encuentro casual, meramente casual: él se encontraba rodeado de un grupo de poetas, filósofos y soñadores que lo escuchaban dar  lectura a “Los 50 pensamientos de Luciano”, con una voz y una sonrisa aguardentosa que no tenía nada de solemne, pero que era la suya, la de Alejando Román Rivera, el filósofo del mayo. Yo, en cambio, era un instruso en aquella tertulia a la que me presenté sin ser invitado movido solo por el interés de conocer a este personaje.

Confieso que la primera impresión que me causó no fue nada grata. Me sentí fuera de lugar. Sus divagaciones me parecieron vacías e intrascendentes, provenientes, según mi percepción, más de un vago de melena alborotada y encanecida que de un filósofo hambriento en la búsqueda de la verdad.




Luciano, el filósofo del Mayo, con el periodista Renato Leduc

A mi ”Luciano” no me llegó como al extinto poeta guaymense Mosén Francisco de Ávila, quien escribiera en una carta que le dirijió, por allá en 1960, al también vate ya muerto Abigael Bohórquez:

“Es un muchacho alucinado, como tú o como también quisiera ser yo. Venía a conocer a Mosén Francisco. Hablamos mucho. Que me dijo o que le dije, no recuerdo. Solo se me ocurre decirte que, creo, se trata de un poeta que anda buscando su alma.”

Ese “Luciano”, sin embargo tenía mucho de filósofo en sus venas.
 

Posteriormente habría de conocerlo, tal como lo pintará Andrés Henestrosa: “Luciano no es el de Somosata, pero algo tiene de común con él; ambos con la distancia debida, meditan, razonan y reducen sus hallazgos a aforismos y a bellas expresiones literarias. Algunos de los pensamientos y divagaciones de Luciano, el nuestro, el mexicano, el indio de Sonora, los suscribiría el de Samos”.

Autor del prólogo de “Los 50 pensamientos de Luciano”, Henestrosa diría: “Si Alejandro Román Rivera olvidara un instante el respeto que todo autor debe a los lectores, muy bien podría burlarse de los vanos y fatuos que se guían por los hombres famosos y consagrados. Pero Román Rivera no lo hará. Lo hice yo en su nombre: presenté a uno de estos lectores vanidosos y engreídos con sus lecturas, uno de estos pensamientos de Luciano, sin aclarar de quién de los dos se trataba. Es magnífico, dijo. Creo que están en los Diálogos morales, agrego. No le aclaré, y le deje ir. No trataba yo de burlarme de él,  sino solo de verificar mi idea de que Román Rivera “Luciano”, es un pensador, un poeta, un escritor con la necesaria profundidad como para que sea confundido con algún otro de nombre famoso y consagrado”.

“Fue mi primer amigo”, decía de “Luciano” el recientemente fallecido cantautor, Facundo Cabral.

En la búsqueda de su verdad “Luciano” se topó con todo: escritores, periodistas, intelectuales y políticos: fue precisamente el espíritu filantrópico de Alfonso García Muñoz lo que hizo posible la publicación de los 50 pensamientos…. como el de Miguel Alemán Velazco que contribuyó a que se editará  “Autodestrucción: Monólogo de Luciano”, mismo en el que este sustenta que: “Es más inmoral el que viste la moral que el que la desviste”.

Para él la solución de la problemática social, no la tiene el hombre sino la naturaleza y, la historia ya está escrita, nomás hay que saber leerla.

Ambos libros, expresaba el filósofo: ”Son productos de huevos  y de leche, porque de ello provengo y de ellos me alimento”.

Decía también que hay un signo infalible para reconocer un genio… todos los idiotas le cierran el camino; pero yo agrego que si los idiotas representan la mayoría, democráticamente hay que estar con ellos… por eso estoy con ustedes.

Así pensaba el filósofo autodoctorado, autor de: Se descubre un nuevo partido en México: el importamadrismo. Y  del cual subrayaba que al “importamadrismo” nadie lo formó, nació solo, como una planta silvestre, sin líderes, sin registros, sin cobro de cuotas, es el más popular, por su naturaleza no hace mítines, ni asambleas generales: su slogan: primero yo, luego yo y después yo, lo demás me importa madre.

Desparpajado e irónico, así lo miró el extinto Renato Leduc: “Luciano es como una víbora de cascabel que sigue desde su tumba haciéndole chillar los oídos a nacionales y extranjeros con sus prendidas de foco: el pueblo bocabajeado comenta: Estos gringos malvados no se conforman con llevarse nuestros camarones, sino de refilón nos mandan a Superman, el hombre biónico, la mujer maravilla, la Coca Ccola, la Pepsi Cola y cuando quieren asustarnos nos mandan al Tío Sam.
 
Este es, no obstante, el Luciano visto por Luciano: “Llevo un pedazo de Sócrates, de Platón, de Juárez dentro de mí  y quiero cobrarle a la sociedad lo que le debe a ellos, pero se resiste a pagar. Y cuál es ese pago: el mejor pago es escucharme. Soy bautizado por el hambre, el dolor y la vergüenza. Yo no cobro por mi  trabajo, mi alimento es pensar y escribir. Deseo estar pulcro desde el espíritu hasta la ropa, pero ahora soy hippie a fuerza. Tengo la ilusión que mi obra algún día trascenderá. Hago pausas, me autogestiono y eso me hace seguir viviendo. En mi lecho de mendigo sueño como un príncipe. Soy un dinamo de masas y debo estar bien, trabajaré para estar mejor y no ser carga para nadie”.

“Luciano –escribió el periodista de Excélsior Marco Aurelio Carballo– fue autodidacta, y trabajo desde carnicero hasta burócrata, cargador y curtidor de pieles, pero es él, un filósofo, un soñador, un hombre que tiene hambre de la verdad”.

De Alejando Román Rivera “Luciano” se han dicho y  escrito muchas cosas, sin embargo, aún en la distancia y el olvido que suele traer la muerte, su obra, aunque dispersa, continua suavizando el aire y dándole un sabor menos acido a los problemas que se han acrecentado con la crisis.

En lo personal tengo una deuda con él. Su hermano Alfonso Román Rivera pretendió rescatar su obra, pero apenas empezaba a recopilarla cuando cayó en cama y entregó el cuerpo al polvo y el espíritu a Dios que lo dio.  Los manuscritos quedaron en mis archivos esperando que los manipule y les de forma. Algún día de estos será, mientras me arme de paciencia y me deje seducir por la cantaleta de su disco “Me van a grabar” y que representa un momento frustrante por una grabación que nunca llega.

5 comentarios:

  1. Hay que recabar sus escritos maestro Elenes del diario del Yaqui podría idear un grupo para estudiarlo continuamente

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  2. Sr mavita cuanto costaría hacer un grupo de estudio y recabar lo textos diálogos o escritos de Luciano

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  3. Donde puedo encontrar los 50 pensamientos?

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  4. Donde puedo comprar sus 50 pensamientos o encontrar enlace de su libro

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