Fui
bautizado por el hambre, el dolor y la vergüenza”
“Luciano, mi amigo, tenía una escuela para
desaprender, por eso decía que él tuvo
una buena educación hasta que la interrumpió el colegio…” (Facundo Cabral)
Cuauhtémoc
Mávita E.
Corría el
año de 1978 cuando lo conocí, allá en cajeme. Fue el nuestro un encuentro
casual, meramente casual: él se encontraba rodeado de un grupo de poetas,
filósofos y soñadores que lo escuchaban dar
lectura a “Los 50 pensamientos de Luciano”, con una voz y una sonrisa
aguardentosa que no tenía nada de solemne, pero que era la suya, la de Alejando
Román Rivera, el filósofo del mayo. Yo, en cambio, era un instruso en aquella
tertulia a la que me presenté sin ser invitado movido solo por el interés de
conocer a este personaje.
Confieso
que la primera impresión que me causó no fue nada grata. Me sentí fuera de
lugar. Sus divagaciones me parecieron vacías e intrascendentes, provenientes,
según mi percepción, más de un vago de melena alborotada y encanecida que de un
filósofo hambriento en la búsqueda de la verdad.
Luciano, el filósofo del Mayo, con el periodista Renato Leduc
A mi ”Luciano” no me llegó como al extinto poeta guaymense Mosén Francisco de Ávila, quien escribiera en una carta que le dirijió, por allá en 1960, al también vate ya muerto Abigael Bohórquez:
“Es un
muchacho alucinado, como tú o como también quisiera ser yo. Venía a conocer a
Mosén Francisco. Hablamos mucho. Que me dijo o que le dije, no recuerdo. Solo
se me ocurre decirte que, creo, se trata de un poeta que anda buscando su
alma.”
Ese “Luciano”,
sin embargo tenía mucho de filósofo en sus venas.
Posteriormente
habría de conocerlo, tal como lo pintará Andrés Henestrosa: “Luciano no es el
de Somosata, pero algo tiene de común con él; ambos con la distancia debida,
meditan, razonan y reducen sus hallazgos a aforismos y a bellas expresiones
literarias. Algunos de los pensamientos y divagaciones de Luciano, el nuestro,
el mexicano, el indio de Sonora, los suscribiría el de Samos”.
Autor del
prólogo de “Los 50 pensamientos de Luciano”, Henestrosa diría: “Si Alejandro
Román Rivera olvidara un instante el respeto que todo autor debe a los lectores,
muy bien podría burlarse de los vanos y fatuos que se guían por los hombres
famosos y consagrados. Pero Román Rivera no lo hará. Lo hice yo en su nombre:
presenté a uno de estos lectores vanidosos y engreídos con sus lecturas, uno de
estos pensamientos de Luciano, sin aclarar de quién de los dos se trataba. Es
magnífico, dijo. Creo que están en los Diálogos morales, agrego. No le aclaré,
y le deje ir. No trataba yo de burlarme de él,
sino solo de verificar mi idea de que Román Rivera “Luciano”, es un
pensador, un poeta, un escritor con la necesaria profundidad como para que sea
confundido con algún otro de nombre famoso y consagrado”.
“Fue mi
primer amigo”, decía de “Luciano” el recientemente fallecido cantautor, Facundo
Cabral.
En la
búsqueda de su verdad “Luciano” se topó con todo: escritores, periodistas,
intelectuales y políticos: fue precisamente el espíritu filantrópico de Alfonso
García Muñoz lo que hizo posible la publicación de los 50 pensamientos…. como
el de Miguel Alemán Velazco que contribuyó a que se editará “Autodestrucción: Monólogo de Luciano”, mismo
en el que este sustenta que: “Es más inmoral el que viste la moral que el que
la desviste”.
Para él la
solución de la problemática social, no la tiene el hombre sino la naturaleza y,
la historia ya está escrita, nomás hay que saber leerla.
Ambos
libros, expresaba el filósofo: ”Son productos de huevos y de leche, porque de ello provengo y de
ellos me alimento”.
Decía también
que hay un signo infalible para reconocer un genio… todos los idiotas le
cierran el camino; pero yo agrego que si los idiotas representan la mayoría,
democráticamente hay que estar con ellos… por eso estoy con ustedes.
Así pensaba
el filósofo autodoctorado, autor de: Se descubre un nuevo partido en México: el
importamadrismo. Y del cual subrayaba
que al “importamadrismo” nadie lo formó, nació solo, como una planta silvestre,
sin líderes, sin registros, sin cobro de cuotas, es el más popular, por su
naturaleza no hace mítines, ni asambleas generales: su slogan: primero yo,
luego yo y después yo, lo demás me importa madre.
Desparpajado
e irónico, así lo miró el extinto Renato Leduc: “Luciano es como una víbora de
cascabel que sigue desde su tumba haciéndole chillar los oídos a nacionales y
extranjeros con sus prendidas de foco: el pueblo bocabajeado comenta: Estos
gringos malvados no se conforman con llevarse nuestros camarones, sino de
refilón nos mandan a Superman, el hombre biónico, la mujer maravilla, la Coca Ccola,
la Pepsi Cola y cuando quieren asustarnos nos mandan al Tío Sam.
Este es, no
obstante, el Luciano visto por Luciano: “Llevo un pedazo de Sócrates, de Platón,
de Juárez dentro de mí y quiero cobrarle
a la sociedad lo que le debe a ellos, pero se resiste a pagar. Y cuál es ese
pago: el mejor pago es escucharme. Soy bautizado por el hambre, el dolor y la
vergüenza. Yo no cobro por mi trabajo,
mi alimento es pensar y escribir. Deseo estar pulcro desde el espíritu hasta la
ropa, pero ahora soy hippie a fuerza. Tengo la ilusión que mi obra algún día
trascenderá. Hago pausas, me autogestiono y eso me hace seguir viviendo. En mi
lecho de mendigo sueño como un príncipe. Soy un dinamo de masas y debo estar
bien, trabajaré para estar mejor y no ser carga para nadie”.
“Luciano
–escribió el periodista de Excélsior Marco Aurelio Carballo– fue autodidacta, y
trabajo desde carnicero hasta burócrata, cargador y curtidor de pieles, pero es
él, un filósofo, un soñador, un hombre que tiene hambre de la verdad”.
De Alejando
Román Rivera “Luciano” se han dicho y
escrito muchas cosas, sin embargo, aún en la distancia y el olvido que
suele traer la muerte, su obra, aunque dispersa, continua suavizando el aire y
dándole un sabor menos acido a los problemas que se han acrecentado con la
crisis.
En lo
personal tengo una deuda con él. Su hermano Alfonso Román Rivera pretendió
rescatar su obra, pero apenas empezaba a recopilarla cuando cayó en cama y
entregó el cuerpo al polvo y el espíritu a Dios que lo dio. Los manuscritos quedaron en mis archivos
esperando que los manipule y les de forma. Algún día de estos será, mientras me
arme de paciencia y me deje seducir por la cantaleta de su disco “Me van a
grabar” y que representa un momento frustrante por una grabación que nunca
llega.

Hay que recabar sus escritos maestro Elenes del diario del Yaqui podría idear un grupo para estudiarlo continuamente
ResponderEliminarEstaría padrísimo!
EliminarSr mavita cuanto costaría hacer un grupo de estudio y recabar lo textos diálogos o escritos de Luciano
ResponderEliminarDonde puedo encontrar los 50 pensamientos?
ResponderEliminarDonde puedo comprar sus 50 pensamientos o encontrar enlace de su libro
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